Herrería de Penacova

Seguro que es más antigua, pero el primer documento en el que se hace referencia a esta herrería data de 1780. En aquella época era propiedad del Señor de Maside, de la familia Arias, y siguió fundiendo material hasta 1875.

En 1880 fue adquirida por una sociedad de herreros que ya trabajaban en ella. El último trabajador de la herrería fue precisamente Benito Valcárcel, tatarabuelo de la generación actual. Tras la adquisición de las ruinas de la herrería, y aprovechando la solidez de su estructura, se acometió de lleno la construcción de una nueva empresa: la fragua. A Penacova venían los herreros de la zona para machacar el hierro y hacer las herramientas que se utilizaban en aquella época: aperos de labranza, clavos y otros útiles domésticos.

La fragua funcionó hasta mediados del siglo XX, época en la que un nuevo avance tecnológico llegó a la zona: la electricidad. Con esto, los herreros montaron en su propia casa los martillos y fuelles eléctricos, dejando desfasado, una vez más, el mazo de agua. Santiago Valcárcel construyó entonces un molino maquieiro, que se diferencia del resto por el cobro de una "maquía"; impuesto en especies que se pagaba por cada ferrado de grano que se molía. Para ponerlo en funcionamiento, utilizó la piedra que en un tiempo formara los muros de la herrería, y con ella construyó la presa del molino. Con el agua embalsada y desviada por el canal hasta el depósito, consiguió la fuerza que movería la maquinaria de una de las empresas más rentables de la época.

Río arriba, a 500 metros, atravesando propiedad particular, y por tanto tras pedir permiso, se puede llegar a la presa artificial que desvía el regato. El muro de piedras colocadas verticalmente, dirige las aguas de este regato hasta el depósito por un canal excavado en la roca.

Hoy los Valcárcel siguen siendo los propietarios. A ellos le debemos su buen estado de conservación. La casa de la herrería funciona como Casa de Labranza.